MANUEL DESPIERTA: ENORA YA NO ENGAÑA A NADIE || CRÓNICAS de LaPromesa series

El corazón noble de Manuel de Luján se tambalea ante la red de engaños tejida por Enora, una manipuladora de guante blanco que ha jugado sus cartas con una frialdad digna de espionaje. Tras semanas de ilusiones forjadas y confianzas traicionadas, parece que el joven señorito comienza a ver la luz al final de un túnel construido con mentiras.

Por Gustav, enviado especial del corazón de La Promesa

Muy buenas tardes a todos los amantes de las intrigas palaciegas y los dramas cortesanos. Gustav, su fiel cronista de cabecera, regresa este sábado para desgranar los entresijos de La Promesa, un universo donde las miradas lo dicen todo y una palabra mal elegida puede desatar un tsunami de desdichas. Si esta mañana el revuelo giraba en torno al destino del temido Capitán Garrapata, hoy la tensión se traslada al corazón mismo del Pincel, donde un alma cándida, Manuel de Luján, se encuentra en el epicentro de una tormenta orquestada con maestría por una figura que hasta ahora operaba en las sombras: Enora.


No nos engañemos, queridos lectores, porque en La Promesa las traiciones tienen un aroma más penetrante que el cocido de Simona en un día de invierno. Y la de Enora, señores, es una fragancia de manipulación pura y dura, tejida sobre la innegable bondad de un Manuel que, con la inocencia de un cordero, parece transitar por la vida regalando descuentos del 70% en su confianza. Pero la pelirroja francesa, con esa carita de ángel inocente y esa aparente fragilidad, ha demostrado ser una estratega digna de las mejores academias de espionaje.

Desde su llegada a La Promesa, Enora ha tejido una telaraña sutil pero efectiva para ganarse la confianza de Manuel. Primero, apeló a su pasión por la innovación, deslizando la idea de que su lugar estaba en el hangar, el epicentro de los sueños de Manuel. Luego, alimentó su ego declarando creer en su visión, presentándose como la musa inspiradora que todo artista anhela. Y como golpe de gracia, se erigió en su pilar incondicional, la confidente que jamás le fallaría. Una estrategia calculada, digna de una Mata Hari en ciernes.

Pero mientras seducía al joven señorito, Enora movía sus fichas en las bambalinas del poder. Su implicación en la colocación de Don Luis, ese ensamblador de pasado oscuro, ahora vinculado al mismísimo Duque de Carvajal y Fuentes, no es una casualidad. Enora no deja nada al azar. Desde su irrupción en el palacio, ha sabido minar el terreno, ocultando información crucial a Manuel y defendiendo a Don Luis con una ferocidad que raya en lo fanático. Cuando Manuel osa cuestionar sus métodos o sus alianzas, Enora despliega su arma secreta: la victimización. Un cambio de tercio maestro que la saca airosa de cualquier entuente, obligando a Manuel a reconsiderar sus sospechas y a culparse a sí mismo por una supuesta falta de confianza.


Es un espectáculo casi hipnótico observar cómo Enora, acorralada, recurre a su instinto de supervivencia. Con un gesto que denota una urgencia aprendida, coge su bolso, su abrigo y se esfuma, dejando tras de sí un rastro de preguntas sin respuesta. Cada vez que Manuel intenta razonar, ella activa el “modo drama francés”, exclamando con indignación que él la está atacando, que no confía en ella, que ella es la única que quiere ayudarle. Y Manuel, cegado por su deseo de hacer lo correcto y por la imagen que Enora ha construido meticulosamente, cae una y otra vez en la trampa. Es la batalla entre la nobleza de espíritu y la astucia depredadora, y hasta ahora, la balanza se ha inclinado peligrosamente hacia el lado de la manipulatora.

Pero el juego de Enora no se ha limitado a Manuel. El pobre Toño, ese joven leal y siempre dispuesto a la acción, también ha sido una pieza clave en sus planes. Con una frialdad que hiela la sangre, Enora ha utilizado sus encantos para acceder al hangar, ese santuario de los secretos de La Promesa. Simone y Candela, las entrañables cocineras, con su infinita bondad, creyeron que Toño había encontrado por fin una luz en su vida, un amor que disiparía las sombras de sus conflictos familiares. ¡Pobres almas cándidas! La realidad era mucho más cruda. Enora solo veía en Toño una puerta de entrada, una herramienta para alcanzar sus verdaderos objetivos.

Toño, ilusionado, con una sonrisa que iluminaba el comedor, creyó haber tocado el cielo. Las sonrisitas, las miradas cómplices, un picnic romántico… todo ello construyó en su mente un castillo de naipes de amor correspondido. Pero la fantasía se desmoronó con la misma crueldad con la que comenzó. Un día, al intentar un beso sincero, Enora se apartó con una indiferencia desoladora, dejando a Toño humillado y desconcertado. El joven, que hasta entonces había sido como un gatito ronroneando al calor de una estufa, se encontró de pronto abandonado en la intemperie helada. El comportamiento de Enora con él, esa capacidad de ilusionar para luego desechar, es una constante en su modo de operar.


Las cocineras, con su intuición privilegiada, habían presagiado algo. Al principio, ante la llegada de Enora, sus corazones se llenaron de esperanza. ¡Qué maja! ¡Y qué bien encajaba con el Señorito Manuel! Vestía bien, hablaba con conocimiento de causa de aeronáutica. Parecía el personaje soñado por los guionistas para Manuel, una unión predestinada, especialmente después del reciente y trágico fallecimiento de Jana. Pero la rápida unión entre Manuel y Enora, tan precipitada, levantó sospechas. La teoría de que su vínculo con Toño era una estrategia interesada para infiltrarse en las cocinas y obtener vía libre se ha ido consolidando. Si con Manuel no pudo, al menos podía conseguirlo a través de alguien cercano a él.

Una teoría que ha cobrado fuerza en los mentideros de internet, y que ha llegado hasta mis oídos de fuentes bien informadas, es la de que Enora podría ser hija del Duque de Carvajal y Fuentes. Sin embargo, debo ser riguroso y confirmarles que, oficialmente, Televisión Española no ha emitido información alguna que respalde esta hipótesis. Si bien un 2% de posibilidades para un giro argumental inesperado siempre existe, a día de hoy, no puedo confirmar que Enora sea la descendiente del influyente Duque.

Antes de despedirme, quiero desmentir otro rumor persistente que me habéis hecho llegar a través de numerosos mensajes: el supuesto abandono de Curro de la serie. No tengo ninguna información oficial que avale esta afirmación. Si bien es cierto que ningún personaje está destinado a permanecer para siempre, y Curro, con las tramas que tiene abiertas, sin duda tiene mucho camino por recorrer, no hay indicio alguno de que su partida sea inminente.


En conclusión, estimados seguidores, la verdad se abre paso a trompicones en La Promesa. Enora, la seductora francesa, ha sido desenmascarada en su juego de engaños y manipulaciones. Su estrategia de doble filo, buscando tanto la cercanía de Manuel como la infiltración a través de Toño, ha quedado al descubierto. Y aunque la sombra del Duque de Carvajal y Fuentes aún planea sobre su identidad, por ahora, la certeza es que su juego ha terminado. De momento, ni Enora es hija del Duque, ni Curro se va de la serie. Si esta información cambia, serán los primeros en saberlo.

Y ahora, más que nunca, les insto a no perderse los avances semanales. La trama del Capitán Garrapata promete ser ¡tela, telita, tela! Prepárense para lo que se avecina. Soy Gustav, su voz de la verdad en el corazón de La Promesa. Hasta la próxima.