LORENZO: ¿POSTRADO EN UNA SILLA DE RUEDAS COMO EUGENIA? || CRÓNICAS y ANÁLISIS de LaPromesa
El Palacio de La Promesa, epicentro de intrigas y dramas incesantes, se tambalea una vez más bajo el peso de revelaciones impactantes y giros del destino que amenazan con redefinir el futuro de sus habitantes. En medio de esta tormenta de secretos, una figura emerge con una fragilidad inesperada, provocando un eco inquietante en las cicatrices del pasado: Lorenzo. ¿Se cierne sobre él un destino similar al de la infortunada Eugenia, postrado en una silla de ruedas, o es este un nuevo capítulo de su compleja y atormentada existencia?
La vida en La Promesa nunca ha sido un camino de rosas. Desde sus inicios, la serie ha sabido tejer una red de pasiones prohibidas, ambiciones desmedidas y, sobre todo, tragedias que se perpetúan a través de las generaciones. Y en este tapiz de sufrimiento y esperanza, el personaje de Lorenzo ha sido un hilo conductor de una intensidad particular. Conocido por su carácter volcánico, sus deudas abrumadoras y su relación tempestuosa con su familia, especialmente con su hijo Curro, Lorenzo ha sido una fuente constante de conflicto y tensión. Pero, ¿está el destino jugando con él una broma cruel, replicando el calvario de su hermana Eugenia?
Las recientes emisiones de LaPromesa han dejado a la audiencia en vilo. La imagen de Lorenzo, un hombre que siempre se ha jactado de su fortaleza y control, reducido a una figura vulnerable, navegando por los corredores del palacio en una silla de ruedas, ha sido un shock visual y emocional. Este giro argumental no es baladí; evoca de inmediato la figura de Eugenia, cuya vida quedó marcada para siempre por la polio y la consecuente postración física. La similitud es tan palpable que resulta imposible obviar la carga simbólica que esto conlleva. ¿Es acaso una metáfora del peso de sus errores, de la carga de sus deudas, o de las consecuencias de sus propias acciones, que ahora lo han confinado a una forma de inmovilidad?
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La dinámica entre Lorenzo y Eugenia ha sido, a lo largo de las temporadas, una de las más complejas y conmovedoras de la serie. A pesar de las diferencias, existía un vínculo de hermandad latente, una comprensión tácita de las cargas que ambos portaban. Ver a Lorenzo ahora en una situación que recuerda tan vívidamente la de Eugenia, inevitablemente nos hace reflexionar sobre la herencia de sufrimiento que parece perseguir a la familia. ¿Es un ciclo que se repite, una maldición familiar que se manifiesta de distintas formas? La silla de ruedas, más allá de ser un obstáculo físico, se convierte en un símbolo de impotencia, de limitaciones autoimpuestas o impuestas por las circunstancias, y de una posible confrontación con los demonios internos.
El guionista, en su rol de narrador y arquitecto de estas historias, ha demostrado una maestría inigualable al orquestar este giro argumental. La propia inclusión de un miembro del equipo de guionistas, en un cameo dentro de la narrativa de “Valle Salvaje” (un guiño metatextual que no pasa desapercibido), subraya la importancia de la propia escritura y construcción de estas realidades ficcionadas. El comentario del guionista sobre la necesidad de encontrar un “techo donde cobijarse” y su futuro en el granero, es una reflexión sutil pero potente sobre la precariedad, la humildad y la búsqueda de refugio, aspectos que resuenan en la propia situación de Lorenzo. Su capacidad para improvisar y adaptarse, incluso en el ámbito laboral y habitacional, es precisamente lo que podría estar intentando proyectar o, irónicamente, lo que le falta en su actual encierro.
La caracterización de este nuevo Lorenzo, más allá de la evidente limitación física, debe explorarse en profundidad. ¿Cómo afecta esta nueva realidad a su orgullo, a su temperamento? ¿Será este un catalizador para la introspección, para la redención, o para una mayor amargura? La interacción con su hijo Curro, cuya relación ha sido un campo de minas constante, se torna ahora aún más delicada. Un Curro que ha luchado por liberarse de la sombra de su padre, ¿se verá ahora en la tesitura de tener que cuidarlo, de invertir los roles? La perspectiva de un Curro compadecido y apesadumbrado por la situación de su padre, en contraposición a la rebeldía que ha mostrado hasta ahora, es un escenario fascinante que promete nuevas capas de complejidad emocional.

Además, la influencia de otros personajes en este nuevo capítulo de Lorenzo es crucial. ¿Cómo reaccionará Petra, siempre leal pero a menudo eclipsada por las circunstancias de la familia? ¿Qué papel jugará el resto del personal del servicio, acostumbrado a lidiar con las excentricidades y los problemas de los marqueses? La figura de la Marquesa, doña Jimena, cuya relación con Lorenzo ha sido de una tensión palpable y a menudo marcada por el desprecio, ¿mostrará alguna atisbo de compasión, o aprovechará esta debilidad para reafirmar su poder? La posibilidad de que doña Jimena utilice esta situación en su beneficio, manipulando a un Lorenzo vulnerable, es una hipótesis que resuena con fuerza en la atmósfera envenenada del palacio.
El impacto de esta posible “impresión” del destino de Eugenia en Lorenzo va más allá de la mera coincidencia. Sugiere una crítica velada a las estructuras sociales, a la herencia de traumas y a cómo los patrones de comportamiento y las desgracias parecen repetirse en el seno de las familias privilegiadas. La opulencia de La Promesa contrasta brutalmente con la fragilidad humana que ahora parece envolver a uno de sus pilares. La silla de ruedas de Lorenzo, en este sentido, se convierte en un símbolo de la fragilidad de todo lo que parece inmutable, de cómo el destino puede golpear incluso a los más poderosos, despojándolos de su autonomía y obligándolos a enfrentar sus propias limitaciones.
La frase del guionista sobre la “caracterización” y el hecho de que “da para vídeos” es una invitación directa a la reflexión. La serie no solo nos presenta una trama, sino que nos invita a desmenuzarla, a analizar cada detalle, cada gesto, cada elección narrativa. Y la elección de poner a Lorenzo en esa silla de ruedas es, sin duda, una de las decisiones más audaces y significativas de la temporada.

En conclusión, la pregunta “¿POSTRADO EN UNA SILLA DE RUEDAS COMO EUGENIA?” no es solo una interrogante retórica, sino el detonante de un análisis profundo sobre el destino, la herencia, la redención y la naturaleza misma del sufrimiento. Lorenzo se encuentra en una encrucijada vital, enfrentándose a una realidad que le recuerda el dolor de su hermana y, quizás, el suyo propio. La Promesa, fiel a su estilo, nos mantiene al borde del asiento, esperando descubrir si este nuevo capítulo será el preludio de su caída definitiva o el inicio de un renacimiento inesperado. La fragilidad ha llegado al palacio, y su nombre es Lorenzo. Y nosotros, los fieles “promisers” y “clippers”, estamos aquí para desgranar cada momento, cada lágrima y cada destello de esperanza que este drama nos depare.
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