LA PROMESA – ¡DESENLACE DE INFARTO! Curro Mata a Lorenzo en el Bosque y Ángela Descubre el Cadáver
La Promesa se adentra en su capítulo más oscuro y violento, tejiendo una trama que mantendrá a los espectadores al borde de sus asientos. Las semanas de tensión insoportable culminan en un enfrentamiento devastador que reescribirá el destino de los personajes y resonará en los pasillos de La Promesa para siempre. Lo que se avecina es un torbellino de desesperación, traición y consecuencias fatales.
El Chantaje Mortal que Desata la Tormenta:
La raíz de este drama desgarrador reside en las garras implacables de Lorenzo de la Mata. Durante semanas, ha acosado y manipulado a Ángela, sometiéndola a una presión incesante para que acepte su matrimonio. El motivo es tan oscuro como cruel: Lorenzo ha descubierto las sangrientas fechorías de Leocadia, desenterrando pruebas documentadas de cada uno de sus crímenes. Con un poder aterrador en sus manos, Lorenzo amenaza con exponer la verdad al mundo si Ángela no se convierte en su esposa. Ángela, una vez más, se encuentra atrapada en una pesadilla, dividida entre el instinto de proteger a su madre de la justicia y el anhelo de preservar su propia felicidad.

Curro, En el Límite de la Desesperación:
Curro, testigo mudo y impotente del sufrimiento de Ángela, ha agotado todas las vías para encontrar una solución. Su amor por ella es la única fuerza que lo impulsa, pero la obsesión de Lorenzo por Ángela lo deja sin opciones. Al ver a la mujer que ama al borde de la desesperación, la furia y la determinación se encienden en el corazón de Curro. En una noche cargada de presentimientos, toma la decisión más drástica de su vida.
Con manos temblorosas, escribe una misiva desafiante: “Bosque del roble viejo. Medianoche. Ven solo o eres un cobarde.” La nota, deslizada sigilosamente bajo la puerta de Lorenzo, es un grito desesperado, un desafío lanzado al abismo. El corazón de Curro late con una fuerza que teme que suene por todo el palacio. Un acto clandestino, un secreto que, por ahora, solo él y el destino conocen.

Lorenzo: La Seducción del Peligro:
Lorenzo encuentra la nota y una sonrisa cruel se dibuja en su rostro. Para él, este encuentro es una victoria anticipada, la oportunidad de acorralar al “bastardo” y asegurar a Ángela de una vez por todas. Como soldado entrenado en combate, la perspectiva de enfrentarse a Curro no le infunde temor, sino una perversa emoción. Lo ve como una oportunidad para aplastar la insolencia del joven y reafirmar su dominio.
Mientras ambos hombres se preparan para un desenlace inevitable, la tensión se palpa en el aire. Curro, buscando el arma de su fatal destino, se dirige al establo y se apodera de una pistola antigua. Sus manos tiemblan, pero una determinación férrea lo impulsa. “Por Ángela,” susurra, “por nuestro bebé.” Susurra estas palabras como un juramento, cargando la pistola con el peso de su amor y su desesperación.

Manuel, al verlo marcharse en la penumbra de la noche, percibe la angustia en el semblante de su hermano. “¿A dónde vas a estas horas?”, pregunta con inquietud. “Necesito aclarar mi mente,” responde Curro con una voz hueca, desprovista de su calidez habitual. Antes de que Manuel pueda detenerlo, Curro se desvanece en la oscuridad del bosque, rumbo a un encuentro que marcará un antes y un después.
Simultáneamente, Lorenzo, armado con su pistola militar, sale sigilosamente por la puerta trasera. Pía, testigo de su partida y de la tensión que emana de él, presiente la catástrofe inminente. “Dios, protégelos,” murmura, persignándose, la premonición de la tragedia pesando sobre su alma.
El Claro del Roble Viejo: Un Duelo Bajo la Luna Lleno:

Bajo el manto plateado de la luna llena, el claro del roble viejo se convierte en el escenario de un drama humano primordial. Curro, oculto entre las sombras, siente el peso de la pistola, un presagio sombrío en sus manos. Entonces, los pasos de Lorenzo rompen el silencio. El capitán emerge con una arrogancia desmedida, una sonrisa burlesca en los labios. “Aquí estoy, bastardo. ¿Listo para morir?”
Curro emerge, la pistola apuntando firmemente. “Soy bastardo, pero no soy el monstruo que chantajea mujeres inocentes.” La réplica de Lorenzo es un torrente de crueldad. “Inocente. Su madre es una asesina múltiple. Y Ángela lo sabía.” La acusación golpea a Curro como un mazazo. “¡Eso es mentira!” grita, la rabia incendiando su sangre.
Lorenzo, sin inmutarse, saca su arma. “Será mi esposa en dos semanas y ese bebé bastardo tendrá un padre apropiado finalmente. No un don nadie como tú.” La provocación, dirigida a su honor y a su amor, es la gota que colma el vaso. Los dos hombres se enfrentan, bajo la mirada impasible de la luna, dos presas a punto de ser cazadas en una danza macabra. El silencio se tensa, roto solo por el susurro del viento y sus respiraciones agitadas.

“Hazlo entonces,” provoca Lorenzo con una voz peligrosamente baja. “Dispárame, muchacho. Aprieta ese gatillo. Conviértete en asesino, porque eso es lo que serás, lo sabes, un asesino común. Y Ángela nunca te perdonará. Te mirará con horror por el resto de tu vida.”
El Punto de No Retorno: Un Disparo, Una Pelea Desesperada:
La vacilación de Curro es la oportunidad que Lorenzo estaba esperando. Con un movimiento rápido como un rayo, el capitán baja ligeramente su arma, fingiendo rendición. “Tienes razón,” dice con voz sumisa. “Esto es una locura. Bajemos las armas y hablemos como hombres civilizados.” Curro, anhelando creer en una solución pacífica, comienza a bajar su pistola.

Pero es una trampa. Una maniobra cruel, aprendida en los campos de batalla. Lorenzo dispara hacia las piernas de Curro, buscando infligir dolor, no la muerte inmediata. La bala pasa rozando, el calor del metal abrasa su piel. El eco del disparo rasga la serenidad del bosque.
En un estado de pánico absoluto, la adrenalina inundando su sistema, Curro dispara de vuelta. Un acto instintivo de supervivencia. La bala impacta en el hombro de Lorenzo, quien grita de dolor y sorpresa. La sangre brota, oscura y brillante, tiñendo la camisa blanca del capitán. “¡Maldito bastardo!”, rugue Lorenzo, cayendo de rodillas. “Me disparaste.”
Incluso herido, Lorenzo es un torbellino de furia. Se lanza sobre Curro, tacleándolo al suelo. En la oscuridad del bosque, entre hojas y raíces, se desata una pelea brutal, primitiva, desesperada. Los puños de Lorenzo caen como martillos sobre el joven, buscando estrangularlo. Pero Curro, a pesar de su inexperiencia, lucha con la ferocidad de quien no tiene nada que perder. Un rodillazo certero en las costillas de Lorenzo le da un respiro.

Ambos hombres se levantan, jadeando, cubiertos de tierra y sangre. Lorenzo, con la intención asesina brillando en sus ojos, agarra una piedra del tamaño de un puño. Curro, palpando el suelo en busca de su pistola, la encuentra justo cuando Lorenzo levanta la piedra. En una fracción de segundo, el instinto de supervivencia se impone. Curro dispara.
El segundo disparo, más definitivo, atraviesa el pecho de Lorenzo. Se detiene, como petrificado. La piedra cae de sus manos. Lorenzo mira su camisa blanca, la sangre extendiéndose. “Tú… tú me has matado,” tartamudea, sus piernas ceden. Cae de rodillas, luego de bruces, su cuerpo convulsiona y se queda inmóvil.
El Silencio Espantoso y la Realidad Aterradora:

El bosque vuelve a un silencio horrible, pesado, cargado con la enormidad de lo sucedido. Curro, petrificado, sostiene la pistola humeante. El cuerpo inerte de Lorenzo es lo único que su mirada puede registrar. “Lorenzo,” susurra, sin respuesta. Lorenzo de la Mata está muerto.
Con pasos lentos, arrastrando los pies, Curro se arrodilla junto al cadáver. Un tacto frío, una quietud absoluta. “Lo maté,” susurra al vacío. “Dios mío. Lo maté.” La realización lo aplasta. Sus manos, cubiertas de sangre, le parecen ajenas. La pistola cae al suelo. “¿Qué he hecho?”, grita a la noche, su voz rota. El pánico lo consume. Los árboles parecen cerrarse sobre él, la luna, un ojo acusador.
La tentación de huir, de enterrar el cuerpo, de empezar una nueva vida, se cierne sobre él. Pero entonces piensa en Ángela, en su bebé. Si huye, ella nunca sabrá la verdad. Si confiesa, irá a prisión. Un dilema imposible, dos caminos igualmente devastadores.

En un estado de shock profundo, Curro simplemente camina de regreso a La Promesa. Deja el cuerpo de Lorenzo bajo el roble viejo, la sangre manchando la tierra.
El Regreso Siniestro y el Grito de Pía:
Cerca de las dos de la madrugada, Curro entra por la puerta de servicio, cubierto de sangre. Pía, en su ronda nocturna, lo ve y suelta un grito ahogado. “Dios santo. Don Curro, ¿qué le pasó?” Curro la mira con una mirada vacía, distante. “Sangre,” murmura. “Hay tanta sangre, Pía, tanta sangre.”

El grito de Pía atrae a López, María Fernández, Simona. Todos quedan paralizados al ver a Curro. La sangre no es toda suya, se dan cuenta con horror creciente. ¿De quién es entonces? Curro permanece en trance.
Manuel, al escuchar el alboroto, baja corriendo las escaleras. “¿Qué diablos está pasando aquí?” Su voz se apaga al ver a su hermano. “Curro, ¿qué pasó? ¿Qué hiciste?” Las palabras rompen el hechizo de Curro. Sus ojos enfocan en Manuel. “Lo maté, Manuel. Maté a Lorenzo.”
Un silencio absoluto se instala. El mundo entero parece contener la respiración. “Mataste a quién?” pregunta Manuel, su voz apenas un susurro. “A Lorenzo. En el bosque le disparé. Está muerto.” Las palabras caen como piedras, creando ondas de conmoción. Manuel lo sacude. “¿Estás seguro?” Curro asiente, “No tenía pulso. Le disparé en el pecho y cayó.”

Alonso, despertado por el escándalo, desciende las escaleras, su voz autoritaria se transforma en horror al ver a Curro. “Estás herido, hijo.” Las lágrimas brotan de los ojos de Curro. “Maté a un hombre. Padre, maté a Lorenzo de la Mata.” La confesión golpea a Alonso como un puñetazo.
La Consecuencia Inevitable y el Destino Sellado:
Manuel toma una decisión rápida. “Necesitamos ir al bosque,” dice con voz firme. “Necesitamos confirmar lo que Curro está diciendo. Necesitamos ver el cuerpo.” Alonso asiente, recuperando parte de su compostura. López busca linternas. Simona se ofrece a ir como testigo imparcial.

El grupo sombrío – Alonso, Manuel, Curro, López y Simona – se adentra en el bosque. Curro los guía, cada paso un tormento. Señala hacia el roble viejo. “Bajo el árbol. Ahí es donde está.” La luz de la linterna de Manuel ilumina la escena: Lorenzo yace inmóvil en un charco de sangre.
“Dios misericordioso,” susurra Alonso. “Es verdad. Está realmente muerto.” Manuel confirma el deceso. “¿Cómo pasó exactamente? ¿Por qué estabas aquí con él?” Curro, con voz mecánica, relata los hechos: la nota, la cita, las provocaciones, la pelea, la piedra, el instinto de supervivencia.
Alonso examina la escena. “Fue defensa propia,” declara. Pero Manuel niega. “Padre, eso no importa legalmente. Curro escribió una nota. Eso es premeditación.” La sugerencia de López de ocultar el cuerpo se estrella contra la realidad. El abogado de Lorenzo, sin falta, liberará las pruebas contra Leocadia.

En La Promesa, el alba trae consigo la magnitud de la tragedia. Ángela, atormentada por pesadillas, despierta con la certeza de que algo terrible ha sucedido. Encuentra la habitación de Curro vacía. Corre hacia el bosque. Las luces en la distancia la guían. Y entonces lo ve: Curro, cubierto de sangre, el cuerpo de Lorenzo en el suelo.
“¡Tú!”, susurra, el horror inundándola. “¿Lo mataste, Curro?” Las lágrimas de Curro no la detienen. “Él me atacó,” intenta explicar, pero Ángela retrocede. “¿Mataste a Lorenzo? ¿Cómo pudiste?”
La verdad sale a borbotones. Lorenzo tenía las pruebas de los crímenes de su madre. Iba a exponerla. Su matrimonio era la única forma de salvarla, de proteger a su bebé. “Pero mataste a Lorenzo,” clama Ángela. “Y ahora qué? Su abogado tiene copias de toda la evidencia. ¿Lo sabías? Mataste a Lorenzo para nada.”

La revelación golpea a todos. Leocadia será expuesta de todos modos. Curro irá a prisión. Ángela, sola, arruinada socialmente. “Lo destruiste todo, Curro,” grita, su voz rota.
El juicio de Curro se convierte en un tormento. A pesar de los argumentos de defensa propia, la nota de Curro demuestra premeditación. La sentencia: 15 años de prisión con posibilidad de libertad condicional. El futuro se desmorona.
Mientras tanto, en Madrid, el abogado de Lorenzo, cumpliendo sus instrucciones, libera las pruebas contra Leocadia. La Condesa es arrestada por múltiples asesinatos y crímenes. El veredicto: cadena perpetua.

En la soledad de su celda, Curro espera. Su hijo, Marcos, nace. Pero la vida sigue su curso. Ángela, tras el arresto de su madre y la condena de Curro, se casa con un marqués.
Diez años después, Curro es liberado. Busca a Ángela, a su hijo. Los encuentra en un jardín soleado. Un niño de 10 años, su hijo, juega feliz. Ángela, con una mezcla de dolor y resignación, le dice que no se arrepiente de su hijo, del fruto de su imposible amor. Curro se marcha, dejando atrás a la mujer que amó y al hijo que nunca conocerá. La violencia que intentó protegerlos, los ha marcado para siempre, pagando el precio de la tragedia y la pérdida. El destino, cruel e implacable, ha tejido su telar.