LA PROMESA | CAPÍTULO 723: El peor castigo para Lorenzo y una verdad devastadora antes de morir

El palacio de La Promesa se sumerge en las sombras de la venganza y el secreto. En un avance que promete sacudir los cimientos de la serie, Curro desata su furia contra el malvado Capitán Lorenzo, preparándole un destino que helará la sangre a todos. Pero el castigo físico palidecerá ante la revelación de un oscuro secreto que resonará por siempre.

Los pasillos de La Promesa, usualmente escenario de intrigas palaciegas y romances tortuosos, se convertirán en el telón de fondo de una justicia implacable. La paciencia del joven Curro, marcada por años de humillación y dolor infligidos por el despiadado Capitán Lorenzo, finalmente se agota. La gota que colma el vaso es la constante e insidiosa presencia de Lorenzo en torno a Ángela, jactándose de un matrimonio inminente como si fuera el trofeo de su crueldad. El corazón de Curro, inflamado por la rabia, toma una decisión irrevocable: la venganza será suya, y será ejecutada con sus propias manos.

La Trampa del Desencanto: El inicio del fin para Lorenzo


La tarde bochornosa que marca el punto de inflexión en la narrativa se inicia con Curro, visiblemente agitado, sirviendo en el palacio. Cada mirada de desprecio, cada orden absurda y cada burla velada de Lorenzo han cincelado en él una determinación férrea. Ya no buscará amparo en la ley o en la nobleza; la justicia, a partir de este momento, se escribirá con sangre y desesperación.

Con una calma exterior que oculta un torbellino interno, Curro se prepara para su plan maestro. Dejando atrás la bandeja de plata, se dirige a la cocina para hacerse con un discreto frasco. No es un arma letal, sino una hoja de hierba utilizada por los criados más experimentados para sedar caballos recalcitrantes. Un té preparado con ella garantiza un sueño profundo, exactamente lo que Lorenzo necesita para caer en su trampa.

Esa misma noche, Curro se ofrece a llevarle el té a Lorenzo a su habitación, un gesto que nadie sospechará. La tensión que lo embarga, disimulada bajo una sonrisa cansada, es el preludio de la tormenta que se avecina. En la quietud de la cocina, mientras prepara el té de Lorenzo, añade la hoja triturada al fondo de la taza. “Esto es por ti, Ángela”, murmura, una promesa silenciosa de protección.


El Silencio del Captor: El Secreto Desvelado en la Oscuridad

La entrada de Curro en la habitación de Lorenzo es como la de un fantasma. Con la cabeza gacha, deposita el té y se retira, a pesar de las irritadas protestas del capitán. Una rendija en la puerta le permite ver cómo Lorenzo, ajeno a todo, ingiere la bebida. “Buenas noches, capitán”, susurra Curro con una media sonrisa, el eco de la venganza resonando en sus labios.

Las horas se arrastran. Curro espera pacientemente a que el palacio se sumerja en el más profundo de los silencios, hasta que el último resplandor de luz se extinga. A las 3 de la mañana, con pasos calculados, se dirige a la habitación del capitán. Lorenzo yace inerte, vestido con la ropa del día, la taza vacía a sus pies. “Ahora somos solo tú y yo”, murmura Curro, la determinación teñida de una solemnidad sombría.


Con una fuerza que desafía la aparente fragilidad, Curro logra mover el cuerpo inerte de Lorenzo hasta una alfombra. Con esfuerzo, lo arrastra por la habitación hasta una pequeña fisura casi imperceptible en la pared. Un pasadizo secreto, un hallazgo infantil que nunca reveló a nadie, se abre con un chasquido seco. El túnel desciende hasta un viejo y polvoriento almacén, una mazmorra improvisada con una pesada puerta de hierro.

Una vez dentro, Curro saca viejas cadenas y ata a Lorenzo, que permanece inconsciente. “Destruiste a mucha gente”, le dice al villano dormido. “Pero no destruirás a Ángela. No mientras yo respire.” Cierra la puerta de hierro por fuera, sellando el destino del capitán en la oscuridad, sabiendo que no hay vuelta atrás.

El Alba de la Desaparición y el Rumor que se Propaga


A la mañana siguiente, la ausencia de Lorenzo se convierte en el tema principal del palacio. Las criadas murmuran, Pía frunce el ceño, y Leocadia clama furiosa. Ángela, confusa y asustada, recibe un escueto “Quédate tranquila” de Curro, un mensaje que, por su extraña firmeza, le revela la magnitud de su compromiso para impedir la boda. Nadie imagina que Lorenzo está prisionero, encadenado y vulnerable, dentro de los propios muros del palacio.

Los días siguientes se convierten en una tortura para Curro. Cada minuto es una batalla interna, una lucha contra sus propios límites por el bien de Ángela. Mientras tanto, Lorenzo despierta lentamente, desorientado y débil, atrapado por las cadenas y la pesadez de la hierba sedante. El olor a polvo y humedad invade sus pulmones, y su intento de gritar se ahoga en un susurro fallido.

El Despertar de la Verdad y el Dolor Inaguantable


La pesada puerta se abre, revelando a Curro con una lámpara, su sombra proyectándose imponente en las paredes. Lorenzo, al verlo, balbucea con dificultad: “Tú… ¿Qué me has hecho?”. Curro se acerca, el silencio más cruel que cualquier palabra. “Te mereces esto”, responde con una voz grave y firme, cargada de una determinación hasta entonces desconocida para Lorenzo.

“Eres un mocoso. Piensas que puedes enfrentarme”, intenta burlarse Lorenzo, pero su debilidad se lo impide. “Lo que estoy haciendo es impedir que destruyas la vida de Ángela. El matrimonio no va a suceder. No vas a tocarla nunca”, replica Curro. La desesperación de Lorenzo lo impulsa a revelar detalles crueles. “Nunca tuviste agallas. Siempre fuiste débil”, escupe, a lo que Curro responde con una sonrisa gélida: “Aprendí a ser fuerte… contigo”.

Durante los primeros dos días, Curro solo visita a Lorenzo para verificar si sigue vivo, negándole comida y agua. El villano languidece, perdiendo fuerza y arrogancia. El hambre y la sed se vuelven insoportables, y el frío penetra sus huesos. Al tercer día, un Lorenzo irreconocible suplica: “Curro, por favor, déjame salir. Yo… yo haré lo que quieras”.


“Estás suplicando”, responde Curro con ironía amarga. “Tú, el gran capitán… el hombre que trataba a todos como basura”. Lorenzo, con la voz ronca, ruega: “Yo… yo no quiero perder la vida así”. Curro se inclina, enumerando el dolor y la destrucción que ha causado. Lorenzo, con lágrimas en los ojos, susurra: “Perdóname”.

“Nunca pediste perdón a nadie. ¿Por qué debería yo aceptar el tuyo?”, replica Curro. En un último intento desesperado, Lorenzo ofrece revelar todo: “Te cuento todo, todo, pero suéltame”. Curro, con los ojos entrecerrados, pregunta: “¿Todo qué?”.

La Revelación que Rompe el Alma: Hann y la Siniestra Leocadia


Lorenzo, temblando, comienza a desvelar tramas sucias, alianzas ocultas y secretos del palacio. Pero nada de esto conmueve a Curro hasta que Lorenzo, riendo nerviosamente, pregunta: “¿Crees que fue el disparo lo que acabó con la vida de tu hermana Hann? ¿Crees que aquello fue solo mala suerte?”. Curro se congela. “Fue la querida Leocadia. Ella fue quien disparó y después fue allí y terminó el trabajo. Ella fue quien acabó con su vida. Ella”.

El mundo de Curro se derrumba. La verdad, demoledora y cruel, lo golpea con la fuerza de un huracán. Leocadia, la mujer que creía conocer, la que se codeaba con la realeza, fue la responsable de la muerte de Hann, su única conexión verdadera. “Estás mintiendo”, murmura Curro, su voz vacía de emoción. “No gano nada mintiendo ahora”, insiste Lorenzo. “Ella… Ella hizo eso porque quería atacarte. Siempre quiso, siempre te odió. Odió a vuestra madre. Odió todo”.

El cuerpo de Curro tiembla incontrolablemente. Por un instante, olvida a Lorenzo, el secuestro, el matrimonio forzado. Solo existe Hann, su sonrisa, su lucha. El mundo se oscurece a su alrededor. Lorenzo, al verlo, sonríe con crueldad. “Nunca supiste nada. Nunca fuiste capaz de proteger a nadie ni a tu hermana. Eres débil, Curro. Siempre lo fuiste. Siempre lo serás”.


El cuerpo de Curro hierve, no de odio, sino de un dolor profundo e irreversible. Se acerca a Lorenzo, y con la voz más fría jamás escuchada, declara: “No soy débil, solo estaba dormido, pero ahora he despertado”. Apaga la lámpara, sumergiendo la habitación en completa oscuridad.

El Viaje Hacia la Venganza y un Futuro Incierto

Al ascender por el pasadizo secreto, Curro siente el temblor de una avalancha de emociones. Las palabras de Lorenzo resuenan en su mente: “Fue Leocadia. Ella fue quien acabó con la vida de Hann”. La rabia se mezcla con un dolor lacerante. Cierra la placa de madera, el sonido seco devolviendo el silencio a los pasillos.


En su habitación, se sienta en el suelo, abrazado por el silencio. La imagen de Hann, su sonrisa, su inocencia, se cierne sobre él. Y Leocadia, que se lo había robado todo. La mirada de Curro se transforma, volviéndose sombría, dura, resuelta. “Se quedará allí. Se pudrirá en ese agujero. Nadie lo sacará de allí. Nadie”, murmura, sellando su propio destino.

Las escenas finales prometen un futuro incierto y lleno de dolor para todos en La Promesa. ¿Dejará Curro a Lorenzo sufrir en ese oscuro escondite? ¿Cómo afectará esta terrible verdad a sus acciones futuras? El capítulo 723 de La Promesa marca un punto de no retorno, donde la venganza se entrelaza con la revelación de secretos devastadores, dejando a los espectadores en vilo ante las consecuencias que desencadenarán estas impactantes revelaciones.