LA GRAN OPORTUNIDAD PERDIDA DE ALONSO || CRÓNICAS de LaPromesa series
El marqués regresa a La Promesa, dejando a su paso una estela de expectativas frustradas y un futuro incierto para Curro.
El aire en La Promesa, ese palacio de secretos y pasiones entrelazadas, se ha vuelto denso con la expectativa. Durante semanas, cada mirada furtiva, cada conversación en voz baja, cada movimiento calculado por parte de Alonso de Luján alimentaba una narrativa de esperanza. Se rumoreaba, se especulaba, se tejían teorías entre los devotos seguidores de la serie sobre la inminente partida del marqués. No era un viaje cualquiera, se susurraba. Era una misión. Una cruzada personal que, por primera vez en mucho tiempo, parecía poner a prueba la fibra moral del patriarca de los Luján. La prioridad, decían las malas lenguas y los deseos fervientes, era clara: su hijo Curro.
Las señales parecían inequívocas. La urgencia en los ojos de Alonso, la seriedad con la que preparaba su partida, la ausencia prolongada de la figura paterna en el día a día del joven Curro, todo apuntaba a un enfrentamiento inminente, a una intervención decidida del marqués para rescatar a su primogénito de las garras de un destino sombrío. Parecía que Alonso, a pesar de sus complejos y sus pasadas omisiones, estaba a punto de dar un paso al frente, de ejercer su autoridad y su influencia para proteger a quien más lo necesitaba. La esperanza de que su viaje representara un punto de inflexión, un acto de redención y valentía paterna, se había instalado en el corazón de muchos.
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Sin embargo, como suele suceder en el intrincado tapiz de La Promesa, la realidad, implacable y a menudo cruel, se dispone a golpear con fuerza. Las últimas informaciones, los avances que llegan como susurros del futuro, desmantelan esa ilusión tejida con tanto ahínco. La verdad es tozuda y nos arroja de bruces contra el muro de la decepción. Alonso de Luján no solo no ha logrado lo que se proponía, sino que, con una frialdad que hiela la sangre, regresa a La Promesa. Y no llega solo.
La noticia de su regreso no es, en sí misma, una sorpresa monumental. Lo que estremece, lo que genera un vacío en el estómago de los espectadores, es el vacío de su misión. El viaje que prometía ser una aventura épica, un salvavidas para Curro, parece haber desembocado en un fracaso rotundo. ¿Qué ocurrió en esa ausencia? ¿A qué se enfrentó Alonso, y más importante aún, qué le impidió alcanzar su objetivo? Los detalles aún son escasos, velados por el misterio que rodea las estrategias narrativas de La Promesa. Pero la confirmación de su retorno sin haber resuelto la situación de Curro es un golpe directo a las esperanzas que se habían depositado en él.
La dinámica entre Alonso y Curro siempre ha sido un campo de minas emocional. Un padre ausente, marcado por las responsabilidades y las presiones sociales, y un hijo anhelante de aprobación y protección. Curro, con su sensibilidad a flor de piel y su constante búsqueda de su lugar en el mundo, ha sido, durante mucho tiempo, el espejo de las carencias de Alonso. Cada intento de Curro por encontrar su camino, por liberarse de las ataduras familiares, ha sido una prueba para el marqués, quien, a menudo paralizado por el miedo al escándalo o por una profunda indecisión, ha optado por la inacción.

Este viaje de Alonso se perfilaba como la antítesis de su comportamiento habitual. La posibilidad de que el marqués dejara atrás sus conflictos internos, sus luchas contra su propia imagen pública y sus obligaciones sociales, para priorizar el bienestar de su hijo, era un giro argumental sumamente esperado. La audiencia anhelaba ver a un Alonso redimido, capaz de sacrificar sus propios intereses por el bien de Curro. Se imaginaba un enfrentamiento directo con quienes amenazaban al joven, una demostración de fuerza que reafirmara su papel de protector.
Pero la realidad, una vez más, se burla de nuestras fantasías más nobles. El regreso de Alonso, sin Curro a su lado y sin haber resuelto su situación, deja al joven en un estado de vulnerabilidad aún mayor. ¿Ha fracasado Alonso en su intento de negociar o de imponer su voluntad? ¿Ha sido engañado o superado por fuerzas externas? La posible ausencia de Curro en su retorno, si es que finalmente no regresa con su padre, podría significar un cautiverio, un exilio forzado, o algo aún más oscuro.
Las implicaciones de este fracaso son profundas. Para Curro, significa la confirmación de que, incluso cuando su padre parece dispuesto a luchar por él, las fuerzas que lo acechan son demasiado poderosas. Podría sumirlo en una espiral de desesperanza, llevándolo a tomar decisiones drásticas y peligrosas. Para Alonso, el regreso sin lograr su objetivo representa un golpe a su orgullo, una confirmación de su ineficacia como protector y, quizás, el inicio de una crisis de identidad aún más profunda.

El regreso de Alonso a La Promesa no es el final de una misión, sino el sombrío preludio de nuevos conflictos. La pregunta que resuena ahora en los pasillos del palacio y en la mente de los espectadores es: ¿Qué sucederá a continuación? ¿Cómo reaccionará Alonso ante su fracaso? ¿Tomará una nueva y más decidida acción, o se hundirá nuevamente en su pasividad habitual? Y lo más importante, ¿cuál será el destino final de Curro en medio de esta tormenta de decepciones y peligros?
La “gran oportunidad perdida” de Alonso no es solo una oportunidad de salvar a su hijo, sino una oportunidad de demostrar que ha aprendido de sus errores, de trascender su propia debilidad. Su regreso, sin la victoria esperada, deja un vacío que será difícil de llenar, y que sin duda alimentará un arco argumental lleno de drama, intriga y, previsiblemente, más dolor para los personajes que tanto amamos. Las crónicas de La Promesa nos recuerdan que en este universo de pasiones ocultas y destinos inciertos, la esperanza es un bien preciado, pero la realidad es, a menudo, la mayor de las adversarias. La pregunta ahora es si Alonso tendrá la fuerza para levantarse tras esta caída, o si la sombra de este fracaso lo consumirá por completo.
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